Curso De AcompañAnte Terapeutico En Azul



cursos de acompañante terapeutico en capital federal







Desde Fundación Facilitar notificaron que se halla abierta la inscripción para el Curso de Acompañante Terapéutico en Discapacidad y Salud Mental. Además, el acompañamiento terapéutico deja mantener la continuidad de un tratamiento entre las diferentes instancias del mismo, desde el retorno de la internación al medio familiar, el paso por el Centro de salud de Día, hasta la reinserción Curso de acompañante terapeutico de un sujeto en actividades laborales, educativas recreativas, instantes estos de alto peligro para la recaída cuando no son adecuadamente compasados.


Puede desarrollar su labor tanto en el domicilio de pacientes como en instituciones, tales como centros de salud, escuelas, asilos, clínicas de rehabilitación, granjas terapéuticas, etcétera En salud mental la infraestructura es el recurso humano, porque es lo que evita que alguien deba internarse tomar una medicación crónica.


La capacitación y especialización de profesionales de la salud provenientes de carreras no médicas (Enfermería, Kinesiología, Fonoaudiología, etc.. Será un curso teórico clínico, con acento en lo clínico y las personas pueden ser de amplia gama (salud, docencia público por lo general).


El curso busca formar integralmente para la contención a pacientes crónicos y agudos en los que el abordaje terapéutico clásico resulta deficiente. El acompañante terapéutico participa en la construcción de escenas que hacen habitable la vida cotidiana. El curso, constituido por módulos teóricos y prácticos, prepara a los interesados para la contención a pacientes crónicos y agudos en los que el abordaje terapéutico tradicional resulta insuficiente.


Su inclusión promueve la continuación del tratamiento desde distintas instancias: el retorno al medio familiar, el paso al centro de salud de día hasta la reinserción del mismo en actividades laborales, educativas recreativas, instantes todos estos de alto riesgo para la recaída de la persona, cuando no es correctamente acompañado.


El acompañamiento terapéutico piensa la facilitación de la incorporación popular de la gente que padecen un malestar psíquico, físico o relacional. Se transforma, entonces, en un servicio de apoyo sanitario y social.Los nuevos niveles socioeconómicos y políticos en la Argentina, sumados a los cambios epidemiológicos de el último período, provocaron transformaciones en las condiciones de vida y en la cotidianeidad de la red social y uno de esos cambios en especial son los métodos de enfermar de la gente, sin que aún se hayan revertido como corresponde las tácticas de respuesta en el sistema sanitario para mitigarlos.No es que por el momento no hagan falta hospitales, ni medicamentos ni doctores, pero la de hoy prevalencia de padecimientos que están más vinculados con el comportamiento, tanto individual como social, nos plantea una urgente revisión de conceptos y operatorias que rigen las prácticas en los servicios de salud.Las enfermedades crónico-degenerativas, como también los incidentes traumáticos y de violencia de distinta índole, sumados a la mayor supervivencia de pacientes con grandes déficits psicofísicos, han aumentado los índices de discapacidad, dejando a miles de personas limitadas para afrontar sus actividades corrientes, tanto las similares con la vida productiva como la popular.La discapacidad, según con la clasificación internacional del desempeño, de la Discapacidad y de la Salud (OMS) es un término genérico que abarca deficiencias, limitaciones de la actividad y restricciones a la participación.La persona con limitaciones físicas, sensoriales o mentales sufre la discapacidad no por los padecimientos en sí mismos, sino como resultado de sus derivaciones, es decir, por la exclusión de oportunidades educativas, laborales y de los servicios públicos que estas últimas desarrollan y son esas condiciones de aislamiento las que el sistema todavía no consigue cambiar.En la Argentina, según con el último Censo 2010, el 12.9% de la gente tiene alguna discapacidad, lo que implica bastante más de 5 millones de personas, de las cuales el 11.7% son menores de 15 años y el 48.5% está entre 15 y 64 años, es decir, compromete a la población más joven.Visto desde una perspectiva económica, el aumento de la discapacidad y de la expectativa de vida y la disminución de la tasa bruta de mortalidad causan un aumento en el índice de dependencia (proporción de población no económicamente activa en relación a la gente económicamente activa), lo que significa un incremento de la proporción de personas pasivas cuyos provecho sociales tienen que ser provistos por la gente activa. por lo tanto, esto justifica ampliamente las necesidades de reformulación de los servicios y las modalidades de atención con prácticas, diferenciadas, menos complejas, menos costosas y más oportunas.Por otro lado, la situación se complica aún más si sumamos las cuestiones de salud-enfermedad asociadas con una cultura de hiperconsumo que originan, al margen de las sustancias involucradas, situaciones de riesgo sobreagregadas.En ese marco, el sistema de salud en la Argentina, que sigue siendo fragmentado y destinado a la utilización desmedida de la alta dificultad y tecnología (entendida como aparatología) enfocada, ordena a un replanteo sobre la formación, el desarrollo y la potencialidad de los equipos de salud.Tanto el financiamiento como el aspecto formativo han conspirado con la esencia misma del arte de sanar, que es proteger (origen etimológico de la palabra medicina, cuyo concepto es: sanar, aliviar, cuidar), figura que debe ser recuperada en todas las instancias y los principios de las nuevas modalidades de actuación.Lo “mental” y lo “no mental” del acompañamientoEl acompañamiento terapéutico constituye, para algunos, un dispositivo y para otros, una utilidad y tiene su origen hace varios años en el campo de la salud psicológica, desde la publicación, en 1947, de un libro de la Dra. M. A. Sechehaye –una terapeuta suiza– que otorga cuenta de una de las primeras vivencias en este tipo de abordaje.Podríamos asegurar que, aun hoy, el acompañante terapéutico (AT) se mantiene estrechamente relacionado con dos cuestiones principales: por un lado, con el criterio psi del acompañamiento, y además, como la costumbre situada en relación con la medicina privada.Posicionados en una visión integral e integradora de la salud y a pesar, como dice Mías(2008), de los acuerdos existentes respecto de la indivisibilidad de la salud del sujeto, en la práctica aún resulta complicado la aplicabilidad de estos conceptos, más allá de que el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales IV (DSM-IV) dije como anacrónica la distinción entre trastornos mentales y físicos, (American Psychiatric Association, 1995). Para revertir estas ocasiones, el AT necesita de un más grande afianzamiento como integrante del equipo de salud, posicionarse como mediador que suma la cotidianeidad del paciente y acerca las distancias que habitualmente existen entre la persona que padece y la institución responsable de la atención.Pero eso requiere una nueva perspectiva de lo que supone institución, aceptando que el llevar a cabo además edifica institucionalidad, reconociendo que los equipos de trabajo articulados, y no sólo el hospital o los centros de salud, son instituciones. reflexionar la institucionalidad nos obligaría a la cita de varios pensadores y académicos, pero tomamos el planteo de Castoriadis (1998) que afirma: “entiendo por institución normas, valores, lenguaje, herramientas, procedimientos y métodos de llevar a cabo frente a las cosas y de llevar a cabo las cosas…” y sigue: “aquello que mantiene unida a la sociedad es una institución.”De esa forma, el AT se irá instituyendo en el sistema de salud a partir del propio ejercicio, pero sabiendo que se es acompañante sólo acompañando.En instantes en los que las instituciones no sólo sanitarias sino educativas, jurídicas y sociales, por ejemplo, han naturalizado funcionamientos expulsivos, el AT puede hacer más simple una comunicación más directa con la persona padeciente, la familia y el equipo tratante, además de facilitar la territorialización de la atención. Territorializar no remite sólo a territorio sector geográfica donde hay que intervenir, sino además, y principalmente, a territorio área relacional. es decir, como plantea Chiara (2011): “supone distintos métodos de apropiación del territorio, que se ponen además en juego en la construcción de la estructura sanitaria”.Dicha acción comporta la oportunidad de una apertura de las instituciones nombradas a realidades y dinámicas sociales complejas, frecuentemente desconocidas por el desempeño endogámico en que se ha caído.Pero para profundizar dicho desarrollo, la formación y la actividad de los agentes tienen que salirse de las viejas prácticas y los modelos ideológicos dogmáticos, evitando quedar atrapados en el mismo funcionamiento; ello piensa un profundo debate en todos los espacios formativos y de gestión, que interpele además la intención de todo el equipo de salud para diluir probables resistencias.Visto desde una visión integradora de la salud, el AT es entonces un trabajador sanitario, capacitado para proteger, calmar en distintas situaciones y males, ya sean psíquicos, físicos, sociales o educativos, a modo de gadget preventivo. El acompañante, en estos términos, va a ser un nuevo integrante del equipo de salud pública complementario, facilitador y promotor en la labor de reforma del modelo de atención. Un modelo de atención que, además, pone en compromiso al propio sistema por lo desgastado y poco efectivo.El AT supone, en ese marco, hacer más simple la inclusión social de la gente que padecen un malestar psicológico, físico o relacional y pensar la salud sin un territorio particular. Se transforma, entonces, en un servicio de acompañamiento sanitario y social, pero de modo vivencial y no interpretativo, con potencialidad de fomentar capacidades remanentes y generar programas solidarios de contención para lo cual poner el cuerpo es su herramienta principal.


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